Del mismo modo que las dietas se empiezan siempre en lunes, la llegada del año nuevo marca el punto de partida de mil y un proyectos eternamente postergados. Apuntarse al gimnasio y dejar de fumar suelen ocupar los primeros puestos del ranking.
Para judíos, chinos, bengalíes, hindúes, iraníes, tibetanos y tantos otros que no aplican el calendario gregoriano, el 1 de enero no significa absolutamente nada.
Aceptando en cualquier caso que el principio de un nuevo ciclo orbital terrestre sea una fecha tan mala como cualquier otra para empezar algo, hay que asumir de una vez por todas que la estrategia de metas nuevas no funciona.
Tras algunos días de abstinencia de nicotina, quizás semanas, empezaremos a tontear pidiendo ahora uno, ahora dos, hasta que el paquete vuelva a nuestros bolsillos bajo amenaza de las amistades de recibir el título de la aprovechadora del reino. De hecho, la necesidad de marcarse una fecha de inicio ya delata que jodidas las ganas que tenemos de empezar con ello.
La verdad, no me imagino a nadie diciéndole a la vecino jamon de la tercera: perdona nene pero hasta el 1ro de enero no empiezo a flirtar contigo.
En mi humilde opinión, y puestos a establecer propósitos para el año nuevo, creo que deberíamos guiarnos por dos criterios básicos: funcionalidad y viabilidad. Es decir, ya que estamos decididos a movilizarnos, al menos que sea por cuestiones realmente útiles y sencillas de llevar a cabo, a poder ser acciones concretas que no se alarguen y en consecuencia corran peligro de fracasar por falta de voluntad.
aaay ya, whatever! Feliz Año Entrante a todos...
Marlyn Guzman, les ha escrito-
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