En la República Dominicana, la distancia más corta entre la pobreza y la opulencia es el lucrativo negocio de la política. En nuestro país, para ser político de ocupación, no es necesario poseer capacidad intelectual, profesional, técnica o moral; es decir, que no importa ser un analfabeto, siempre y cuando renuncie a los principios fundamentales de humanidad, honestidad, fidelidad, solidaridad y civismo.
Nuestro actual gobierno es uno de los más grandes recaudadores impositivos del mundo, el más experto en la consecución de préstamos internacionales (por lo menos uno por mes), el más violador de las leyes constitucionales e institucionales, el más derrochador de los recursos aportados por los contribuyentes, y el más indiferente a las necesidades prioritarias del país.
En el año 1961, después del magnicidio de Rafael Leonidas Trujillo Molina, se produjo la primera emigración colectiva de dominicanos hacia Puerto Rico, Venezuela, España, Estados Unidos y otros países; las fuentes laborales de esos estados se disputaban a nuestros inmigrantes por su cultura, urbanidad, moral, profesionalización y tecnificación; inclusive hasta por las habilidades de nuestros obreros y artesanos especializados, y también alfabetizados.
Pero aún a aquellos que no emigraron se les distinguía, tanto como empleado público o privado, por su capacidad cultural, específicamente en su ortografía y caligrafía. Es penoso ver en el día de hoy las letras y formas de expresión de altos funcionarios públicos y privados.
Probablemente lo más frustratorio es el hecho de que en nuestro país, una carta del Comité de Base de cualquier partido político en el poder, tiene más valor que el Curriculum Vitae de un profesional. Y peor aún, como el Estado, durante los últimos 30 años sólo ha invertido en educación el 1.5% del PIB anualmente, nos hemos convertido en la primera nación del Nuevo Mundo exportadora de prostitutas, peloterOS y delincuentes...
FroM Diario Libre-
-MG-
No hay comentarios:
Publicar un comentario